« Debo decir que el Bolero no se dirige tal como yo pienso que debería de ser. […] Debe ser ejecutado a un tempo único desde el inicio al final, en el estilo quejumbroso y monótono de las melodías árabe-españolas. [...] Los virtuosos son incorregibles, inmersos en sus fantasías como si los compositores no existiesen » (Maurice Ravel)
Las seguidillas son una antigua variedad de canciones españolas acompañadas de danza. De ritmo ternario y movimiento animado, se acompañan generalmente con castañuelas, guitarras, bandurrias, laúd, almirez,… y también se tocan con la dulzaina y el tamboril.
Están formadas por cuatro versos, de siete sílabas los impares y de cinco los pares, en rima consonante, y por un estribillo de tres versos. Las seguidillas fueron recogidas por primera vez en el Cancionero de Palacio, que data de la época de los Reyes Católicos. Normalmente se usaban sueltas como pie de otros cantares breves, hecho que podría ser el origen de su nombre. Llegaron a tener individualidad literaria propia en los últimos años del siglo XVI, cuando adquirieron gran popularidad por la facilidad de su composición, su musiquilla y su baile ligero y alegre. De la unión de las coplas nació el estribillo. El contenido de sus letras suele ser de tema amoroso, pero también las hay de temática pícaro o jocoso. Se bailan por parejas en las fiestas patronales y en las fiestas agrícolas y de vendimia.
De mayor antigüedad la copla que la música, aparecen en nuestro teatro clásico y en la tonadilla escénica del siglo XVIII. Quevedo decía de ellas que «arrinconaron a las rancias danzas de reverencias que se acompañaban con arpa y rabel ».
Sin claras raíces documentales, la seguidilla o baile del bien parado (posición de desplante o cierre que adopta la pareja de danzantes al finalizar cada copla) acabaría por implantarse como principal baile español, derivándose de ella otras danzas como las sevillanas, las malagueñas, el fandango, las boleras, las seguidillas jaleadas,  características de la región de Cádiz y Jerez de la Frontera y, por último, las gitanas o seguirillas, que se ejecutan más lentamente, impregnadas casi siempre de un sentimiento quejumbroso, que huele a flamenco puro.
La seguidilla manchega podría ser la más antigua de España. Es una creación genuina de esta tierra castellana y aunque no hay documentación fidedigna de su primitiva estructura musical, se conservan las letras, en las que se vislumbra la índole del ritmo. Dentro de la región manchega, el baile de las seguidillas tiene diferentes variantes o diferentes formas de expresión. El movimiento de este baile es de gran viveza en cuanto al ritmo que toma el cuerpo, brazos y pies. Estos últimos se mueven en alternancia rápida, pisando de tacón y puntillas.
Algunos ejemplos de seguidillas de los Montes de Toledo son:
Anda vete que es tarde
marido mío
no sabes con la pena
que te lo digo

Según Navarro Tomás, los ejemplos más tempranos de la seguidilla se encuentra en las jarchas hispano-hebreas de los siglos XI y XII, así como en las Cantigas gallegas del siglo XIII de Alfonso X el Sabio o Martín Codax, de quien es este ejemplo:

Mía irmana fremosa,
treides comigo
a la igreja de Vigo,
u é o mar salido



Desde el siglo XV aparecen con progresiva frecuencia en autores tan destacados como Juan de Timoneda, Sebastián de Horozco, Teresa de Jesús o Juan de la Cruz. La denominación "seguidilla" aparece por primera vez en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599), quien afirma que « las seguidillas arrinconaron a la zarabanda », si bien la primera definición aparece en el Cisne de Apolo de Luis Alfonso de Carvallo (1602):

« Hay estancias de dos versos que tienen las consonancias continuas, y llámanlas seguidillas porque se suelen seguir unas de otras, aunque cada una ha de perficionar en sí la sentencia y concepto, sin pasar ni quedar pendiente a las demás. Suélense cantar muy comúnmente, y sea ésta del Sanctísimo Sacramento ejemplo:
Hoy se cubre y tapa debajo un velo,
el que cubre tierras, mares y cielo. »

Cervantes en su Quijote, atestigua que se bailaban y cantaban en su época:

« Con esto dejaron la ermita y picaron hacia la venta, y a poco trecho toparon un mancebito que delante dellos iba caminando no con mucha priesa, y así le alcanzaron; […]; la edad llegaría a diez y ocho o diez y nueve años, alegre de rostro y, al parecer, ágil de su persona; iba cantando seguidillas para entretener el trabajo del camino; cuando llegaron a él, acababa de cantar una, que el primo tomó de memoria, que dicen que decía:

A la guerra me lleva
mi necesidad.
Si tuviera dineros,
no fuera, en verdad. »

Con posterioridad, formó parte esencial en los sainetes y tonadillas en el siglo XVIII, y más tarde de las zarzuelas.

Manuel de Falla consideraba la siguiriya, una variante, como el más antiguo de todos los cantes flamencos, enraizándola con el cante litúrgico bizantino.

George Bizet compuso unas seguidillas célebres para su ópera Carmen, e Isaac Albéniz subtituló Seguidillas a su pieza Castilla, de la Suite española.
Sus principales variantes en la Península Ibérica son:
•      manchegas: originarias de La Mancha, con ritmo muy vivo.
•      boleras: señoriales y reposadas.
•      murcianas.
•      sevillanas.
•      gitanas, también llamadas siguiriyas.
    
Aunque encontramos también seguidillas en la Comunidad Valenciana, en Canarias, en Castilla León, etc. Y en América, la sirilla, una danza antigua de Chile descendiente de la seguidilla española.



El bolero es una danza española de ritmo ternario bailada por una pareja, por varias parejas o por un solo bailarín. El ritmo empieza en la última octava nota del tercer golpe. No debe confundirse con el bolero de origen cubano en compás binario.
En el siglo XVIII, con la llegada de los Borbones y la influencia francesa, nace el bolero en España. Este baile es adaptado de las seguidillas y hereda de éstas el compás ternario, la literaria forma métrica y su estructura, que consiste en tres partes conocidas como coplas o mudanzas. Este juego se repite tres o cuatro veces, dependiendo de las costumbres de la región y la preferencia del maestro. Después de cada repetición, se produce una interrupción denominada el bien parado, durante la cual el bailarín permanece extático, pero plantándose en airosas figuras.
En su representación tradicional suele ejecutarse con acompañamiento de guitarra y de otros instrumentos folklóricos, como incluso de gaitas (las xeremias baleares, por ejemplo). Tiene un ritmo muy marcado y de insistente monotonía, llevado por las castañuelas y frecuentemente respaldado por el tambor, pandero o tamboril.
La partitura más antigua que se conserva en la que a un bolero se le denomina así, se titula "Todo aquel que no sepa", y aparece en el Arte de tocar la guitarra española por música, por Fernando Ferandiere (c.1740-c.1816).
Según Joan Corominas el origen del nombre Bolero podría derivar de ‘vuelo’, como había ocurrido antes con el ‘boladillo’, un paso de danza descrito por Cervantes. Esta hipótesis aparece reforzada por Estébanez Calderón (1926) quien afirmó que el bolero se llamó así «por ser todo en saltos y como en vuelo».
El ritmo de esta danza ha sido utilizado por numerosos compositores a lo largo de la Historia, habiendo alcanzado especial celebridad el Bolero de Maurice Ravel, que, en realidad, representa una recreación estilizada del ritmo, no siendo totalmente fiel al original.
Ravel compuso su Bolero en 1928. Dedicado a la bailarina Ida Rubinstein, su inmediato éxito y rápida difusión universal lo convirtieron no solamente en una de las más famosas obras del compositor, sino también en uno de los exponentes de la música del siglo XX.
La obra se caracteriza por un ritmo y un tempo invariables, con una melodía obsesiva en do mayor, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un crescendo que, in extremis, se acaba con una modulación a mi mayor y una coda estruendosa.


El ritmo adoptado por Ravel es el ritmo típico del bolero en tres tiempos, con la indicación «Tempo di bolero moderato assai». Contrariamente a la danza original, que tradicionalmente se acompaña de castañuelas o de panderetas, eligió el tambor de orquesta, metamorfoseado después en caja orquestal, para marcar el ritmo de esta danza típica. La célula rítmica comprende dos compases casi idénticos, con una variación mínima en el tercer tiempo del segundo compás. El ostinato es repetido por una, y después dos cajas orquestales, desde el primer al antepenúltimo compás, y luego sigue el gran crescendo, para ser finalmente tocada por el conjunto de la orquesta en la coda.

Otros compositores clásicos han utilizado el Bolero en sus composiciones, como Franz Liszt y Rossini entre otros.

Se entiende por Escuela Bolera, a un estilo de baile que empezó a desarrollarse en Andalucía y que, básicamente, consistía en la transformación de ciertos bailes populares en danzas de exhibición profesional, refundidas en academias de baile.
El bailarín y coreógrafo Antonio Cairón, en sus reglas de baile decía ” « el baile español más célebre, el más gracioso y el más difícil tal vez, de cuantos se han inventado, es la Escuela Bolera ».

El origen de las sevillanas hay que buscarlo también en la seguidilla castellana. En el siglo XVII nacen las seguidillas sevillanas, potenciadas y elaboradas por los pícaros y marginados de Sevilla que las convirtieron en las reinas de las juergas de la época.

Las seguidillas sevillanas, al entrar en contacto con otros géneros flamencos como la soleá, los fandangos, etc, dieron lugar a las conocidas sevillanas. La melodía suele ser métrica, prescindiendo en general del canto melismático, y las cuatro seguidillas (de música idéntica) se componen de introducción de 3 o más compases que sirve de preparación al baile; La sevillanas se suelen acompañar con guitarra y palmas, y castañuelas, supliendo al pandero y las sonajas que parece ser fueron en su momento el instrumentarium de las primitivas seguidillas sevillanas. Es baile de pareja y consta de los numerosos pasos pertenecientes en su mayoría a la escuela bolera y la antigua escuela española de palillos. La letra de seguidilla sevillana consta de cuatro versos (heptasílabos primero y tercero y pentasílabos segundo y cuarto) al que se le añade un estribillo de tres versos, resultando una letra de siete versos como corresponde a la forma estrófica de la seguidilla.
Hasta 1847, justamente el año de la fundación de la Feria de Abril de Sevilla, no se empieza a conocer a la seguidilla sevillana o seguidilla bolera simplemente como sevillana. La primera vez que fueron nombradas así fue el 4 de Abril de 1847 en el Teatro del Liceo de Barcelona. La Real Academia Española no incluyó el término en el Diccionario de la Lengua Castellana hasta 1884.

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